La huella del trauma: el costo del maltrato, la negligencia y el abandono
- Jennifer Gadea Tribaldos
- 30 may 2023
- 3 Min. de lectura
Actualizado: 24 sept 2024
El descenso a los infiernos es el viaje hacia las partes
de nosotros mismos que están separadas, repudiadas, que
son desconocidas, no deseadas, proscritas y exiliadas en los
diferentes mundos subterráneos de la conciencia.
El objetivo de este viaje es reunirnos con nosotros mismos.
Esta vuelta a casa puede ser sorprendentemente dolorosa,
incluso brutal. Para realizarla, primero debemos
aceptar no exiliar nada.
Stephen Cope-

La huella de un trauma no consiste únicamente en percepciones distorsionadas de la realidad que proviene del exterior, sino que el propio cuerpo también tiene problemas a la hora de saber cómo sentirse seguro. El pasado no sólo está guardado en nuestra mente y en la inadecuada interpretación de lo que nos sucede; sino también en el núcleo de nuestro ser: en la capacidad de sentirnos seguros en nuestro propio cuerpo.
Las investigaciones sobre el apego han demostrado que nuestros cuidadores primarios no sólo nos alimentaron, vistieron y consolaron, también impactaron en la forma cómo nuestro cerebro percibe la realidad. Si nuestros padres y abuelos nos dijeron que éramos la cosa más adorable del mundo, debemos ser exactamente eso, y en nuestro interior nos acompaña esa sensación de sentirnos únicos y adorables; y si más adelante empezamos a salir con alguien que nos trata mal nos enojamos porque eso no es familiar para nosotros. Pero si en nuestra infancia sufrimos malos tratos, abandono, negligencia, violencia, nuestro mapa interior contendrá otro mensaje. Nuestra percepción de nosotros mismos estará marcada por el desprecio y la humillación, y es más probable que no nos enojemos tanto si nos tratan mal.
Estas interacciones con nuestros primeros cuidadores nos enseñan qué es seguro y qué es peligroso, en quién podemos confiar y quién nos dejará tirados. Eso no significa que esta información no pueda ser modificada con otras experiencias posteriormente.
La terapia suele empezar tratando de explicar un comportamiento inexplicable: despertarse llorando a mitad de la noche, sentirse aterrorizada cuando alguien te mira fijamente, repentinos ataques de pánico, o vomitar deliberadamente después de cada comida.
Hace falta empatía, tiempo, amor y paciencia para permitir que la realidad que está detrás de estos síntomas emerja a la luz.
Para mí como terapeuta no es relevante conocer todos los detalles del trauma de un paciente; lo verdaderamente importante es que los propios pacientes puedan aprender a tolerar lo que sienten cuando recuerdan lo que les ha sucedido.
Las personas que han sufrido traumas suelen tener miedo a sentir. Ahora el enemigo ya no es quién infringió el daño, sino sus propias sensaciones físicas. El miedo a quedar secuestrados por unas sensaciones desagradables hace que el cuerpo se congele y la mente se nuble. Aunque el pasado sea algo que ya sucedió, para el cerebro sigue generando sensaciones que hacen que esa persona se siga sintiendo asustada e impotente. No es sorprendente que muchos sobrevivientes de traumas coman o beban compulsivamente, tengan miedo a las relaciones de pareja, o a la intimidad, y evitan muchas relaciones sociales, su mundo interno se siente totalmente fuera de control.
Para cambiar esto, debemos hacer todo lo contrario a lo que hemos hecho todo este tiempo, que es tratar de evitar sentir. Debemos abrirnos a nuestra experiencia interior. El primer paso es centrarnos en nuestras sensaciones y observar cómo a diferencia de la experiencia presente en el trauma, las sensaciones son transitorias y pueden responder a ligeros cambios en nuestra respiración y pensamientos. El siguiente paso será nombrarlas para identificarlas.
El cambio empieza cuando aprendemos a observar y tolerar esas sensaciones físicas intensas y dolorosas. Solo cuando aprendemos a regular lo que nos pasa por dentro podemos empezar a aceptar, en lugar de evadir o anular, las emociones que nos amenazan, y que hacen que nuestros mapas internos se mantengan rígidos o caóticos.
Ser conscientes de cómo nuestro cuerpo organiza emociones o recuerdos particulares nos permite liberar sensaciones que bloqueamos en el pasado para sobrevivir.
Los adultos que fueron maltratados o abandonados de niños todavía pueden aprender la belleza de unas relaciones íntimas profundas, sanas y de confianza mutua. Aprender a reconocer los pensamientos y comportamientos disfuncionales es sin duda un primer paso útil en este camino. En terapia puedo ayudarte a reorganizar esa parte del sistema nervioso, reestructurar creencias irracionales y reprocesar memorias traumáticas.
Jennifer Gadea Tribaldos
Psicóloga clínica
www.jennifergadea.com
Referencias: Van der Kolk , B. (2014). El cuerpo lleva la cuenta (2.ª ed.).
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